Crónica audiovisual de la #JMJEducsi2023
6 noviembre, 2023Baúl Magis se abre camino en los colegios jesuitas del norte y noroeste
9 noviembre, 2023En las XXXV Jornadas Educativas de Educsi, celebradas en Deusto, una de las preguntas que quedaron flotando en el ambiente giró en torno al futuro de la educación jesuita y el de sus educadores. Si estamos convencidos de que el bienestar del mundo depende de una educación sólida, ¿Cuáles son las esperanzas y metas de nuestros colegios jesuitas a medida que avanzamos hacia el futuro?
De la mano de Eduard Rovira, director de Pastoral del colegio Sant Ignasi de la Fundación Jesuïtes Educació, abrimos algunas preguntas de interesante reflexión para cualquier educador ignaciano.
¿Qué entendemos por una educación sólida?
José Alberto Mesa en las Jornadas de Educsi, insistió en la importancia de tener en cuenta nuestra identidad católica. Trabajando interconectados, teniendo en cuenta nuestras diferencias, nos sentiremos parte de un cuerpo universal con una misión universal. Nuestros centros educativos deben ofrecer:
- Una profunda formación intelectual y académica.
- Una profunda formación religiosa y espiritual.
- Una profunda formación social al servicio de la justicia.
- Y el ingrediente “secreto” fundamental: la espiritualidad ignaciana.
Esta espiritualidad debe iluminar nuestra vocación y nuestras acciones educativas. Para ello, es clave alimentarnos de los Ejercicios Espirituales y del acompañamiento espiritual.
¿Qué personas me han ayudado, acompañado y mostrado de forma viva la espiritualidad ignaciana? ¿Cómo lo han hecho
Preguntémonos quiénes son y cómo viven las personas que encarnan la espiritualidad ignaciana. Las reconocemos porque son personas:
- Contemplativas en la acción.
- Hombres y mujeres para los demás
- Practicantes del discernimiento ignaciano
- En tiempos de desolación no hacen mudanza.
- El principio y fundamento de los Ejercicios Espirituales está vivo en su vida
Estas figuras pueden ser fuente de inspiración en nuestra vida.
¿Cómo potenciar la vocación educativa?
Una educación sólida comienza con educadores con vocación educativa, cuyas raíces estén profundamente arraigadas en los valores que desean inculcar. Esta vocación educativa debe hacerse visible en el educador. Debe haber coherencia entre sus palabras y sus acciones, “su modo de proceder”.
Esto plantea una pregunta fundamental:
¿Cómo viven los educadores su vocación educativa y qué influencia tiene esto en su labor?
Fácilmente, el educador puede olvidar su vocación inicial por cansancio, sobrecarga de trabajo, escasa valoración social… Esta falta de vocación puede convertirse en un obstáculo para la transmisión de conocimientos y valores. Por eso debemos fomentar en nuestros centros el acompañamiento y los ejercicios espirituales. Estas experiencias ayudan a:
- Reconectar con la vocación inicial.
- Despertar, actualizar e integrarla en la vida.
- Reconectar con la persona que uno es.
- Replantearse por y para qué se vive, a dónde voy y a qué
- Poner más coherencia entre lo que se dice y lo que se hace: digo lo que hago
¿Cómo acompañamos a nuestros alumnos? ¿Quién acompaña al acompañante?
Pedro Arrupe era un gran conversador. Su afición mayor era estar con la gente. Anotaba cosas importantes que escuchaba, ideas para conferencias. Era una persona alegre y esperanzada. Era inteligente, tenía sentido del humor y sabía relativizar. Vivió ambientes de fuerte pesimismo y siempre salían de él palabras de esperanza. Cuidaba su amistad con Dios. Impulsó el discernimiento, palabra de Arrupe, no de San Ignacio.
El diálogo era su forma de ejercer el servicio de la autoridad, su forma de gobierno. Destacaba por su forma de acompañar a las personas, escuchándolas de forma activa y haciéndolas sentir importantes y únicas. Esto es lo que Cristóbal Jiménez llama el Método Arrupe. Este método nos puede inspirar en nuestra forma de acompañar a los alumnos. Este acompañamiento es fundamental tanto para educadores como para estudiantes. Impulsa la mirada hacia adentro y el encuentro con Dios.
¿Puede la juventud darnos esperanza?
Si los educadores se sienten desesperanzados en ocasiones, la juventud puede ser una fuente de inspiración. Los estudiantes, con su visión fresca y su compromiso, pueden ayudar a restaurar la esperanza. Es con ellos que debemos construir el futuro. Acompañar a los jóvenes significa caminar con ellos, escuchar sus propuestas. Ellos nos proponen una mirada diferente del planeta, de la educación, del estilo de vida, de los ritmos de trabajo… Demos espacio a sus propuestas.
A medida que la educación jesuita se adentra en el futuro, debemos guiar a nuestros alumnos para que no se limiten a su propio mundo, sino que se conviertan en agentes de cambio para un mundo mejor.