La neurociencia nos enseña que tenemos un circuito de neuronas cuyo principal fin es aprender a través de la observación, a este circuito se le conoce como “neuronas espejo”. Las neuronas espejo de nuestros alumnos van “practicando silenciosamente” muchos de los comportamientos, actitudes, acciones que los adultos tenemos en nuestras vidas y es esto por lo que en definitiva, servimos de modelo o referencia para nuestros jóvenes. De poco servirá que queramos que nuestros alumnos desarrollen una manera de pensar positiva, si nuestros comentarios son siempre pesimistas; será casi imposible que aprendan lo que es el respeto, si solo nos escuchan criticar negativamente,…
El P. Kolvenbach, en 1993, renueva el planteamiento que el P. Arrupe nos hizo cuando escribió: “Hoy en día, nuestra meta y objetivo educativo tiene que ser la formación de hombres para los demás…”y lo hizo al explicar que “nuestro objetivo como educadores es la formación de hombres y mujeres competentes, conscientes y comprometidos en la compasión”. Desde entonces, estas 4Cs inspiran la educación hacia nuestros alumnos y nuestros esfuerzos en todos los ámbitos del colegio, se enfocan en conseguir que trabajen estas cuatro características. Los docentes tenemos un gran reto, y es que de la misma manera que nuestros alumnos con el paso del tiempo, van aprendiendo, asimilando, interiorizando esas 4Cs, nosotros deberíamos asumir ese mismo aprendizaje, estas mismas 4Cs.
Aprender a ser conscientes. Queremos que nuestros alumnos se conozcan a sí mismos, desarrollando su capacidad de interiorizar, su capacidad de aprender conocimientos, su vida espiritual. Todo ello con el objetivo de formar su conciencia, que les ayude a discernir lo bueno y lo malo de sus posibles acciones para ponerse al servicio de los demás. Qué bueno sería si los profesores fuéramos los primeros que asumiéramos la importancia y prioridad de dedicar tiempo a pararnos y conocernos, llegando al interior de cada uno, aprovechando los tiempos de oración que nos facilitan en el centro, teniendo espacios para compartir con otros,… y que no haya reparos en compartirlo con los alumnos.
Aprender a ser competentes. Queremos que nuestros alumnos adquieran una sólida formación académica que les permita conocer con rigor los avances de la ciencia y la tecnología. Que adquieran las habilidades necesarias para que puedan vivir en su contexto y transformarlo para mejorar. Que desarrollen todas las habilidades intelectuales, académicas, emocionales y sociales para que puedan realizarse humana y profesionalmente. Ayudaría mucho a esas “neuronas espejo” de nuestros alumnos que supieran y nos vieran en continua formación, en continuo interés por seguir actualizados y preocupados porque nuestros centros sean “verdaderos laboratorios académicos” (Arturo Sosa sj).
Aprender a ser compasivos. Queremos que interioricen que ser compasivo implica padecer-con y no es solo sentir lástima por los demás. Esto conlleva pasar de tener solo sentimientos de caridad a sentimientos de justicia y solidaridad, que nos llevan a ponernos en marcha para cambiar estas situaciones de dolor. Y para ello promovemos experiencias y vivencias que acerquen a los alumnos a realidades de frontera. Seríamos un gran modelo de referencia, si pudiéramos dedicar parte de nuestro tiempo a acompañar esas experiencias y vivencias, o pudiéramos hablar con ellos de situaciones vividas, o que facilitáramos a través de nuestras asignaturas la reflexión sobre realidades injustas de nuestros tiempos.
Aprender a ser comprometidos. Queremos que nuestros alumnos, siendo compasivos, se esfuercen desde la honestidad, desde su vivencia de fe y siempre de manera pacífica, en ser agentes de cambio, de transformación social, ecológica, política, para alcanzar un mundo más justo. Por esto, la invitación a los profesores es que tenemos que ser críticos con la realidad injusta que vivimos y poder compartirlo y trabajarlo desde nuestras asignaturas, que aunque por tiempos o momentos vitales no podamos ser propios agentes de cambio, demos valor e importancia a personas que si lo puedan ser y apoyemos o difundamos experiencias y vivencias que, desde la Compañía u otras organizaciones, se ofrecen a nuestros alumnos.
Esta es la invitación-reto que por ser profesores en colegios de la Compañía de Jesús tenemos que afrontar, si verdaderamente queremos que nuestros alumnos sean hombres y mujeres para los demás.
Antonio Gordillo
Coordinador de Pastoral Zona C-No