Hoy en día todos los que estamos interesados en la educación disponemos de infinidad de blogs, webs, revistas on line o en papel (sí, aún existen) sobre temas educativos.
Ahora, como nunca antes, podemos acceder a información sobre el trabajo de nuestros compañeros, aquí o cualquier parte, conocer las mejores prácticas y las metodologías o modelos que dan mejor resultado.
Esto resulta realmente enriquecedor, y así, muchos pasamos horas navegando por las webs, leyendo artículos y estudios que nos dan ideas y abren los ojos a muchas realidades nuevas. Además, si se trata de innovación educativa, nunca ha habido tantos encuentros como actualmente. Es un tema de máximo interés social y estos congresos y encuentros se suceden en casi todas las ciudades, incluso, si no puedes acudir, tienes muchas opciones en la red para ver esas mismas charlas.
A lo que quiero llegar: a veces, tras toda esa información, tengo la sensación de que hay muchos profesores perfectos, con clases perfectas y, en comparación, puede resultar frustrante. Y yo, la verdad, puedo decir que mis clases no son perfectas.
Demasiados gurús con recetas infalibles, demasiadas relatos de cómo con un proyecto transformó un aula, o un colegio, y cambió del día a la noche la vida de los alumnos.
Pues si tus clases no son perfectas, si cuando entras en el aula no empiezan a sonar música de violines y de las lámparas no salen arco iris, bienvenido al club.
Vale, me estoy pasando, no quiero menospreciar nada, lo anterior era una caricatura. Tengo que decir que es un placer y un privilegio disfrutar de las experiencias de infinidad de profesores que, cada día, de se esfuerzan por mejorar sus clases. Por eso seguimos buscando y aprendiendo de profesores que dedican infinidad de horas a preparar nuevos proyectos, crear de materiales y explorar nuevas metodologías. Afortunadamente, muchas veces consiguen los resultados excelentes que merece su trabajo. El mensaje es otro.
Lo que quiero decir es que, incluso ellos, han tenido sus dificultades, y sus clases tampoco serán perfectas. Seguro que si el día anterior había partido de la Champions, (o la final de OT, que hay gustos para todo) también alguno de sus alumnos habrá preferido la chilena de Ronaldo a sus vídeos de flipped classroom. Es posible que a ellos también, alguna vez, después de preparar con mimo todos los materiales de la experiencia de gamificación, el delegado haya perdido la mitad y la otra parte se los dejó en una mochila que su compañero, por supuesto sin tener él ninguna culpa, se dejó en el autobús…
Es decir, todos tenemos problemas. Pero, del mismo modo que no podemos pensar que de un día para otro un cambio metodológico lo solucionará todo, sí es seguro que, si no hacemos nada, los problemas no se resolverán solos. Y, por eso, precisamente hay que intentarlo.
Mi mensaje es que no nos asuste ver los estupendos trabajos y las fantásticas experiencias que publican otros, es cierto, a veces sus clases parecen perfectas y no podrás hacer eso de un día para otro.
Asumamos con deportividad que en los primeros pasos con el cooperativo es posible que ni el coordinador coordine, ni el secretario tome notas y que al día siguiente quizás el portavoz lo haya olvidado todo. Que si los comparas con los niños del fantástico vídeo que viste ayer en Youtube te den ganas de llorar. Pero no lo hagas. Casi podría asegurarte que ellos también las primeras veces tuvieron esos problemas, y que, con perseverancia, esos materiales perdidos en el autobús acabarán llegando a clase y ese portavoz olvidadizo recordará las respuestas y, aunque tus clases sigan sin ser perfectas, habrás dado muchos más pasos de los que pensabas.
Javier Valdés
La Inmaculada. Gijón