El P. Adolfo Nicolás en su discurso a la Asamblea de Antiguos Alumnos, en Medellín, el 15 de Agosto de 2013, definía la persona consciente que queremos formar en nuestros
colegios, como “aquellas personas que además de conocerse a si mismas, gracias al desarrollo de su capacidad de interiorización y su cultivo de la espiritualidad, tienen un consistente conocimiento y experiencia de la sociedad y de sus desequilibrios”.
En el SIPEI (Seminario Internacional de Pedagogía y Espiritualidad Ignaciana), celebrado en Manresa, en el Santuario de la Cueva de Manresa del 3 al 7 de Noviembre 2014,
jesuitas representantes de toda la Compañía hemos reflexionado sobre esta cualidad y su importancia en este momento histórico.
La Compañía ha buscado desde sus comienzos en la tarea educativa prestar atención a que no faltasen en la formación de los alumnos
a) eruditio: adquisición de conocimiento (¡no erudición!)
b) pietas: formación del carácter moral y personal al servicio del bien común (¡no piedad!)
Dentro de esa tarea de formar el carácter bueno, tendrá una gran importancia la formación de la conciencia. Partiendo de la consideración de conciencia como la “habilidad intrínseca e intuitiva del individuo para discernir la rectitud y bondad de las propias acciones”,(George Nedumattam, sj. En Persona Consciente; SIPEI, Manresa, Marzo 2014) afirmamos que esta conciencia puede ser educada.
Para esta educación será de gran ayuda el trabajo hondo desde nuestra espiritualidad. Sentirnos habitados y acompañados por Dios Padre, que nos envía su Espíritu para ayudarnos a descubrir y discernir nuestros caminos vitales, siguiendo el modelo de Jesús de Nazaret. El Examen Ignaciano (Ejercicios Espirituales; Ignacio de Loyola, nº 43), como gran herramienta a redescubrir y ejercitar, nos irá dando las claves para ir eligiendo lo que más conduce a hacer de este mundo el mundo que Dios quiere: un mundo de hermanos donde nadie pase necesidad. Y aprenderemos que cada uno tenemos la posibilidad de, cada día, aportar lo que esté de nuestra parte para conseguirlo.
Esta persona consciente se sentirá llamada a mirar el mundo, la realidad, con los ojos de Dios, descubriendo la bondad y la belleza de la creación y de las personas; pero también los lugares de dolor, miseria e injusticia. De esa contemplación, surgirá el agradecimiento por tanto bien recibido; y de ese agradecimiento, el deseo de comprometerse a ser agente de cambio.
En este tiempo que nos toca vivir, tendremos que cuidar los tiempos que dedicamos en nuestros currículos a mirar el mundo y ayudar a mover afectos; el tiempo que dedicamos a acompañar las mociones que puedan ir surgiendo en nuestros alumnos y las propuestas de modelo que desde nuestro ser educadores les testimoniamos y presentamos.
Todo ello ayudará a que nuestros alumnos vayan construyendo su proyecto vital, que les ayude a tener un horizonte de vida, que ilumine sus elecciones de estudio, trabajo, familia, compromiso social…
Para poder conseguir todo esto, será necesario promover una la creatividad en nuestro trabajo educativo para proponer nuevos modos de aprendizajes, que permitan conocer más y mejor la realidad, analizarla y buscar modos de contribuir a generar nuevos hábitos personales, nuevas formas organizativas y la felicidad y la justicia para todos, generará una nueva sociedad mejor, según el sueño de Dios.
Así, seremos fieles a nuestra misión. Y tendrá sentido y justificación la existencia de los Colegios de la Compañía.
LA EXCELENCIA HUMANA:
Hombres y mujeres conscientes, competentes, compasivos y comprometidos
Secretariado de Educación de la Compañía de Jesús. (Roma, 2015)