Nuestra mayor innovación tiene ya varios siglos

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Nuestra mayor innovación tiene ya varios siglos

Antes de lanzar esta pequeña entrada, quisiera describirme como uno de tantos frikis de la innovación que hoy en día proliferan atraídos por lo nuevo, por lo cooperativo, por la tecnología… Si bien, creo que también es necesario pararse, reflexionar y evaluar todo aquello que ponemos en práctica.

En los tiempos que corren en cuanto a la educación en nuestros centros, en cuanto a la innovación de nuestros métodos en las aulas, o en cuanto a la revolución tecnológica que vivimos; la inmediatez es un cinturón que presiona excesivamente y en muchos casos, ahoga. Corremos el riesgo de precipitarnos, de no acertar con nuestras decisiones por ser éstas muy apresuradas, de introducir cambios que se inician como revolucionarios y llaves de un futuro mejor, y más adelante se quedan en procesos inertes y que no han dado respuesta a las necesidades de nuestra realidad. Se ven profesores frustrados por no ser capaces de llevar a cabo aquello que tantos frutos prometía dar y tan bien podía hacer a sus alumnos. Y todo porque muchas veces nos equivocamos participando en una carrera que no conduce a ningún sitio.

Pertenecemos a un grupo de personas que tiene en sus manos lo más preciado de la sociedad, los niños; y además tenemos la suerte de poder formar parte de su educación desde la perspectiva ignaciana. Si me permitís el símil, formamos parte de una gran empresa con una marca muy potente, y estamos en el deber de utilizar sus herramientas para con nuestros alumnos.

El punto de partida debe ser éste. Ser reconocidos por nuestra seña de identidad, por esa marca “Jesuitas” que engloba un modelo educativo especial, que ofrece algo más. Educamos…

«Hombres y mujeres para los demás. […] Conscientes, competentes, compasivos y comprometidos»

El marco competencial que nos marca la ley educativa abre por completo un camino de entrada a la pedagogía ignaciana. Habla de siete competencias como habilidades de las personas en todos los ámbitos, y es la oportunidad perfecta para integrar en todos nuestros procesos el desarrollo de una competencia extra propia. Una competencia de interioridad, de espiritualidad, de crecimiento a partir de los demás, de convivencia…

¿Por qué no? Quizás sea el momento de establecer una base sobre la que se apoyen el resto de dinámicas que queramos implantar, pero haciéndolo incluso sobre una terminología propia que provenga del Paradigma Pedagógico Ignaciano. Un modelo educativo propio, quizás basado en grandes Proyectos, y que obviamente integrará otras dinámicas como los Aprendizajes Colaborativos, las Flipped Classroom, la inclusión de dispositivos digitales personales… que encajarán antes o después, pero con unos cimientos sólidos realmente especiales. Será lo que haga que nuestros niños crezcan con sentido de globalidad, equilibrados, queriendo la justicia, y sintiéndose felices en este crecimiento.

Esteban García

Colegio San Ignacio

Oviedo