Orar en familia (II): tiempos y lugares

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21 octubre, 2020
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23 octubre, 2020
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Después de abordar el concepto general de orar y sentar las bases del acto en sí mismo, ahora vamos a desarrollar aspectos complementarios que nos ayudarán a ponernos en situación y aprovechar al máximo el momento que dediquemos a la oración.

Tiempos y lugares

Aunque este modo de orar es para todo momento y circunstancias, es muy conveniente crear hábitos y costumbres, para que después nos salgan espontáneas desde nuestra libertad personal.

Hay tiempos que son de la rutina diaria: levantar a los niños sin las prisas y nerviosismos de llegar siempre tarde; despedirles al salir de casa. Pueden ser unos momentos de deseo de un buen día, pidiendo al Padre que hagamos bien las cosas (algo parecido al “ofrecimiento de obras” tradicional). El darles un beso al salir de casa, puede ser algo parecido a la bendición, tan propia del pueblo judío, cuando se despedían. Sencilla; un simple: “Dios te bendiga”, “Que regreses contento con lo que has hecho…”

La comida que se haga en familia. Bendecid siempre “los alimentos que vamos a tomar”, dando gracias y recordando a los que no tienen tanta abundancia como nosotros.

Final del día antes de dormir. Un momento íntimo y sin ruidos para hacer examen de conciencia, agradeciendo algo concreto de la jornada, y pidiéndonos perdón por nuestras ansiedades. Un rezo a la Virgen, como un beso antes de descansar en el silencio.

Estos momentos tienen valor si se hacen siempre, todos los días, sin caer en rutinas que hartan. Se pueden hacer con fórmulas sencillas que se repiten y aprenden (el niño memoriza muy bien, y echará mano de ellas de mayor). Hacerlo solo cuando me acuerdo, vale poco, porque no crea hábitos. Constancia.

Hay otros tiempos que se celebran semanalmente, anualmente, o se presentan de improviso. La Eucaristía Dominical en familia, a ser posible adaptada a la edad, haciéndoles descubrir la Comunidad Cristiana, con el afecto de sentirnos como hermanos con los que compartimos nuestra oración y fe. Es muy importante que descubramos lo comunitario; que no se les favorezca una espiritualidad individualista (“Yo me las apaño solo con Dios”).

Las Fiestas que desarrollan nuestro Calendario Cristiano. Explicarles el significado de los símbolos, ritos, música, procesiones, biografías de santos populares. Que lo vayan aprendiendo de la boca de los padres. No dejarlo solo a la Catequesis o a la enseñanza escolar de la Religión. No es cuestión de “cultura religiosa” sino de vivencia, de gozo por las Fiestas. Aprovechar las muchas devociones, ermitas, imágenes, para darles el verdadero sentido y no el “interés turístico o folclórico”. Es nuestro estilo de celebrar el paso del tiempo, como nos lo han trasmitido tantas generaciones. Jesús disfrutaba con las fiestas, y las ponía como ejemplo del Reino de Dios, en tantas parábolas.

En una palabra: autenticidad, buscando el sentido de lo que hacemos. Huir de la “costumbre”, de lo “que está mandado”, de lo “que se ha hecho toda la vida”. Despertar un deseo de innovación.

Jaime de Peñaranda SJ,
coordinador de la Pastoral en Primaria
Colegio San José de Villafranca de los Barros (Badajoz)