Un alumno ante la crisis: Respirar

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Con las clases suspendidas y confinado en casa, notas que te falta el aire, abres la puerta del balcón y respiras profundamente, tus pulmones se llenan de aire fresco. Desde allí, puedes divisar las calles vacías y escuchas, atónito, el cantar de los pájaros, que revolotean por un cielo más azul que nunca. Sin darte cuenta, ya son las ocho, y al son de las campanadas de la parroquia, resuena de fondo el clamor de tus vecinos, y entre aplausos y arcoíris, todos, incluido tú, os llenáis de esperanza al ritmo de “Resistiré”.

Es hora de cenar, comienzas a poner la mesa mientras escuchas las noticias y te sientes afortunado, confiando en que todo va a salir bien. Tras tomarte un breve descanso retomas las tareas que te han encargado tus profesores de forma telemática, les preguntas alguna duda de última hora y les entregas tu trabajo en Classroom, con la incertidumbre de cómo se valorará tu dedicación.

Te vas a la cama, reflexionas sobre el día y te percatas del gran esfuerzo que estamos haciendo todos. Admiras a tus profesores, reconoces el esfuerzo que el Colegio está haciendo para que tú sigas adelante y te duermes, agradecido por el trabajo de los demás y orgulloso de formar parte de una comunidad educativa que da lo mejor de sí misma.

Abres los ojos, es lunes por la mañana, te levantas y desayunas a la vez que lees los planes de trabajo para esta semana, que los maestros han redactado durante el sábado y el domingo para que podamos continuar con nuestros estudios. Recoges un poco la cocina y te incorporas a la videollamada de la asignatura planificada en el horario. El profesor comienza a explicar y, a medida que avanza, surgen dudas de tus compañeros por el chat, que el maestro trata de responder con paciencia y entusiasmo, dentro de las limitaciones virtuales.

Se han acabado las clases de la mañana y tras un tiempo de estudio personal, ayudas a tus compañeros a adaptarse a la nueva realidad, es el momento de ser hombres y mujeres para los demás. Es fácil percibir el ambiente de cercanía y de compañerismo característico de nuestro colegio.

Después de un intenso trabajo, se ha terminado la tarde y vuelves a tu rincón preferido (e infravalorado hasta no hace mucho), el balcón. Conforme sales, entablas sin dificultad una conversación con tus vecinos, que han dejado de ser personas que saludas por educación, para convertirse en un nuevo apoyo moral.

Pasan los días, las semanas, a la espera de que todo termine y comienzas a ver la luz al final del túnel. Te sientes atendido por el Colegio, recibes noticias sobre un futuro optimista y, poco a poco, empieza a desvanecerse la generalizada incertidumbre a medida que recibes información: adaptación de la EBAU, nueva forma de evaluación, ajuste curricular, una posible despedida del colegio, etc.

Entonces, de repente, cuando menos te lo esperas, son las ocho otra vez, pero ahora puedes salir a dar un paseo por el pueblo, vuelves a ver las calles llenas, ves tu colegio, puedes ver a tus abuelos que han salido al balcón… Tras una hora vuelves a casa alegre, estás delante de tu puerta y vuelven a sonar las campanas de la iglesia, son las nueve. En ese momento, das un último respiro y te das cuenta de que todo ha sucedido en un mero suspiro.

Leonardo Macías Sánchez, alumno de 2º de Bachillerato

Colegio San José de Villafranca de los Barros (Badajoz)