Un pilar básico en Educación: la lengua natural

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Un pilar básico en Educación: la lengua natural

Se me ocurre que, para repensar la manera de educar a los humanistas del futuro, acaso debamos fijarnos un poco en qué tuvieron en común los primeros humanistas, que fueron los de Renacimiento. Sabemos que, por aquel tiempo, Europa vivía una época de relanzamiento cultural en cuyo seno se produjo un apasionante debate de nuestra modernidad: la elevación a rango culto de las lenguas romances. En un proceso casi paralelo, las lenguas “vernáculas” fueron consciente y paulatinamente consideradas vehículos de transmisión de la alta cultura (la “baja” lo había tenido claro hacía siglos). El fenómeno nos alumbra para el siglo XXI. Si algo tienen en común las materias que nuestros estudiantes deben afrontar en Bachillerato es que el atrio que anuncia sus misterios se soporta sobre un pilar básico: la lengua natural. Junto a disciplinas que transmiten su conocimiento a través de un lenguaje formalizado (Matemáticas, Física y Química o Dibujo Técnico I) existen las materias del “puro texto” (Historia del Mundo Contemporáneo o Literatura Universal) o las mixtas, como Economía. El acceso a este conocimiento requiere, por tanto, adiestramiento específico en comprensión escrita. Sin embargo, quizá esta competencia tildada de transversal por la legislación y las ciencias de la educación que la informan atraviese uno de sus peores momentos, como consecuencia de la transformación (¿o directamente depauperación?) que están sufriendo el texto en particular y la lengua en general: televisión, radio en menor medida y, sobre todo, redes sociales orales y escritas, además de la edición no profesional, están empobreciendo radicalmente el acto comunicativo, lo que puede conllevar el “des-adiestrando” de nuestros estudiantes. El aprendizaje de una lengua es esencialmente imitativo, pero faltan para nuestras lenguas modelos masivamente difundidos que sean merecedores de ese nombre. La fragmentación inherente al acto comunicativo a través de Internet, a veces un reino de la incoherencia y de la falta de cohesión, tampoco pone fáciles las cosas. Por tanto, resulta necesario convertir la comprensión lectora, en clave integrada (varias lenguas) e integral (varias materias), en uno de los retos necesarios de nuestros estudios anteriores al Bachillerato y, desde luego, del Bachillerato mismo. De lo contrario, ponemos en peligro el acceso suficientemente matizado y consciente a la cultura, y al conocimiento crítico, de las nuevas generaciones. Si lo logramos, ubicaremos “la cuestión de la lengua” en el centro del acto educativo. Vendrá después el imprescindible debate sobre el empleo de los canales, claro está: en nuestro siglo XXI es la paradigmática Red como durante el Renacimiento lo fue el por entonces novedoso, y también culturalmente revolucionario, texto impreso.

Pedro Marino Rodríguez Tellería

Egibide

Vitoria