La alegría de volver
14 septiembre, 2020El tratamiento de imágenes de carácter personal en el ámbito escolar
22 septiembre, 2020Pedro Arrupe, Prepósito General de la Compañía de Jesús, escribió su alocución «Nuestros colegios hoy y mañana» en 1980. 40 años después, rescatamos 25 frases que resumen cómo tienen que ser nuestros centros educativos hoy también.
Sobre nuestros centros educativos:
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Siempre he estado convencido, muy convencido de la potencialidad de nuestros centros educativos. Especialmente los de segunda enseñanza
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La segunda enseñanza nos da acceso a la mente y al corazón de numerosísimos jóvenes, ellos y ellas, en un momento privilegiado: cuando “ya” son capaces de una asimilación coherente y razonada de los valores humanos iluminados por el cristianismo, y cuando “todavía” su personalidad no ha adquirido rasgos difícilmente reformables. Es sobre todo en la segunda enseñanza cuando se “forma sistemáticamente la mentalidad del joven y, por consiguiente, es el momento en que el debe hacer la síntesis armónica de fe y cultura moderna.”
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El colegio es un gran instrumento de apostolado que la Compañía confía a una comunidad, con un fin que no puede ser más que apostólico. Esa entrega, a tales hombres, y para tal fin, es un auténtico acto de “misión”.
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Estamos para educar a todos, sin distinción. El apostolado educativo […] lleva la indeleble impronta ignaciana de la universalidad. Esa apertura total hay que conjugarla con nuestra opción preferencial por los pobres. […]
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Pero si entre las clases acomodadas no hay problema de escolarización, sí lo hay de evangelización.
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La Compañía no puede reservar exclusivamente para los pobres su apostolado de la educación. Más aún: con la vista puesta en los mismos pobres, en las clases sufridas, la Compañía también por criterios ignacianos, debe formar en cristiano a otras clases sociales.
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Sean cuales sean las características de un centro de segunda enseñanza de la Compañía, una nota debe ser común a todos: la excelencia.
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Esta excelencia consiste en que nuestros alumnos, siendo hombres y mujeres de principios rectos y bien asimilados, sean al mismo tiempo hombres y mujeres abiertos a los signos de los tiempos, en sintonía con la cultura y los problemas de su entorno, y hombres y mujeres para los demás.
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El centro de segunda enseñanza de la Compañía debe ser fácilmente identificable como tal.
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Los colegios de la Compañía deben formar frente unido con las demás instituciones docentes de la Iglesia, y participar en las organizaciones que les agrupan a todo nivel: profesional, sindical, apostólico.
El alumno que pretendemos formar:
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Los hombres y mujeres para los demás han de ser hombres movidos por la auténtica caridad evangélica.
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Es de la caridad de donde reciben su fuerza la propia fe y el anhelo de justicia. La justicia no logra su plenitud interior sino en la caridad. El amor cristiano implica y radicaliza las exigencias de la justicia al darle una motivación y una fuerza interior nueva.
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Nuestro método educativo tiene que estar pensado en función de estos objetivos: formar a la persona evangélica que ve en cada una de las personas un hermano. La fraternidad universal será la base de su vida personal, familiar y social.
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Más, quizá, que la formación que le damos, vale la capacidad y el ansia de seguirse formando que sepamos infundirle. Aprender es importante, pero mucho más importante, es aprender a aprender y desear seguir aprendiendo.
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La revolución que la imprenta supuso en los albores del renacimiento es un juego de niños comparada con la revolución de las modernas tecnologías. Nuestra educación tiene que tenerlas en cuenta, para servirse de ellas, y para hacérselas connaturales a nuestros alumnos.
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Nuestro ideal está más cerca del insuperado modelo de hombre griego, en su versión cristiana, equilibrado, sereno y constante, abierto a cuanto es
humano.
La comunidad educativa
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La comunidad educativa la compone la comunidad jesuítica, los colaboradores seglares, los alumnos, sus familias. Además, también los antiguos alumnos.
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La comunidad jesuítica tiene que ser el principio inspirador del centro.
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Los colaboradores seglares son un elemento importantísimo de la comunidad educativa.
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Necesitamos “agentes multiplicadores”, y tales son nuestros colaboradores seglares.
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Lo que nosotros necesitamos verdaderamente no son meros profesores, sino corresponsables colaboradores de la plenitud de nuestra misión.
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El colegio puede y debe hacer también de catalizador para unir a padres e hijos.
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Los Antiguos Alumnos son una gran responsabilidad de la Compañía que no puede declinar su obligación de atender a su reeducación permanente.
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Los alumnos son el elemento central y principal componente de la comodidad educativa.
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¡Cuánto pueden educarnos a nosotros los alumnos! Tenemos que estar en contacto con ellos.