El pasado es nuestro futuro. Parte II.

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Y en ese buscar experiencias significativas que carguen nuestro pasado por si necesitamos echar mano de ellas en un futuro, vino la parte más difícil: aterrizar y hacerlas realidad.
Soñar e imaginar lo que queremos lograr, ya es un paso meritorio pero normalmente, soñamos e imaginamos a lo grande, con poca contención y eso hace que podamos salir victoriosos si logramos lo que pretendíamos pero, también, se corre la gran amenaza de que pase el tiempo (en este caso, el curso) y estés en la casilla de salida sintiendo una gran decepción porque no has logrado hacer de este curso, un curso especial.

Por empezar por alguna de todas las dimensiones que tocamos como docentes, pensé en la académica.

Creo que los profesores no somos totalmente conscientes de lo que podemos marcar a cada uno de nuestros alumnos. No afirmo esta frase por dedicarme a esto, creo en ella por uno de los profesores que tuve en 2º de Bachillerato, Ángel Puyuelo. Esto pretende ser una especie de pequeño homenaje hacia su persona. Lo que estudié los años siguientes a que él me diera clase y a lo que me dedico es, en parte, gracias a él. Me hizo sentir que las matemáticas son apasionantes y que tienen algo que atrapan aunque supongan esfuerzo y muchas horas de estudio. Fueron sus clases, su pasión y algo tuvo que ver que me quisiera presentar a la Olimpiada Matemática. Siete horas de examen que se pueden convertir en un auténtico sufrimiento donde es importante el nivel académico que se lleve pero, por encima de eso, es una oportunidad de tener por delante horas para pensar, para darle a la cabeza a esos seis infernales problemas que se plantean en dicha prueba. Así que como clase, muchos de ellos se han animado y apuntado. Estamos ilusionados preparándola y esperamos conseguir lo más importante, que llegue un momento en ese examen en que el sufrimiento dé paso al placer de pensar.

Lee aquí la primera parte de este post

Ana Victoria Pérez Allueva

Colegio El Salvador

Zaragoza