Innovación para la evangelización o evangelización desde la innovación.

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Innovación para la evangelización o evangelización desde la innovación.

En muchos claustros, cuando se insiste en la necesidad de que no olvidemos subrayar nuestro estilo educativo, espiritualidad, identidad y valores, hay quien plantea que ahora estamos más centrados en procesos de innovación y que no podemos con todo. En mi opinión, si la innovación metodológica no colabora a nuestra misión, que es la evangelización, deberemos o dejar la innovación o transformarla para conseguir nuestro fin. Por tanto, creo que hay una llamada de atención a los peligros que supone una focalización en la innovación que nos separe de nuestra misión, de la evangelización. Para mí, no toda innovación es válida; lo esencial es la persona y lo nuclear tener unas metodologías que sumen en formar “hombres y mujeres para los demás”.
Por eso creo que se hace necesario que reflexionemos sobre cuáles son los peligros y oportunidades para la Evangelización (que es nuestra misión), que nos pone delante la innovación. Porque si nos descuidamos, no evangelizamos.
Todo esto sucede en un contexto en el que la visibilidad es fundamental y, sin embargo, parece que estamos en un momento en el que vivimos una etapa de “cristianismo vergonzante”. Nos da vergüenza decir que somos cristianos y, por eso, con cierta facilidad, nos situamos en posiciones no tan explícitas, ni claras, disfrazadas de flexibilidad y acogida que, siendo necesarias y evangélicas, en verdad los son desde un mal espíritu que sólo hace que nos sintamos más cómodos.
Por eso, creo que hay que subrayar 10 obviedades que no deberíamos olvidar para que nuestra innovación sirva a y para la evangelización y para que nuestra evangelización sea innovadora. Siento lo obvias que son, pero creo que debemos recordarlas.
  1. Estamos en un momento en que hay que innovar las metodologías y la pedagogía. Nadie lo duda. Pero:
  2. No debe convertirse en lo único del colegio. Es decir que toda nuestra energía, planificación, fuerza en los procesos de selección de personal, temas de reuniones de equipos directivos, apuestas de inversión, planes de formación y proyectos,… no pueden centrarse sólo en una innovación pedagógica que nos lleve a descuidar otras dimensiones (entre ellas la evangelización… más bien la misión) u otras innovaciones que también son necesarias.
  3. Es necesario que esta innovación sea de acuerdo a nuestra identidad.
  4. Toda innovación debe ser hecha para conseguir el fin que tenemos propuesto: formar hombres y mujeres de las 4 Cs para los demás. Hay un riesgo de trabajar las 4 Cs desde perspectivas que casi no se rocen con aspectos tales como la interioridad abierta a la trascendencia o la evangelización. Habrá que analizar cómo lo hacemos nosotros.
  5. Por eso, en todo proyecto de renovación, hay que responder a ¿cuál es el principio y fundamento de nuestra innovación? Es decir, en qué se basa, para qué lo hacemos y cómo debe ser.
  6. ¿Responderíamos lo mismo los “responsables académicos”, los “gestores” y los “pastoralistas” a la pregunta 5ª? ¿Nos sentimos y vivimos todos como evangelizadores? ¿Y en nuestros claustros?
  7. Todos estamos de acuerdo en que hay que innovar, pero no nos vale si dicha innovación no está alineada con nuestra espiritualidad -> con el evangelio.
  8. Adonde queremos ir, además de las 4 ces, es* a formar gente sólida; única (que no es individualista) en el sentido de descubrir quién es y que pueda formular quién quiere y puede llegar a ser; excelente (frente a mediocres); y abierta a la dimensión trascendente y religiosa de la vida
  9. Para eso hay que ser* samaritanos (ayudantes para que el alumnado se abra a un mundo herido); maestros (somos quienes podemos compartir y ayudar a encontrar sentido); y testigos (es la vida de cada uno la que mejor hablar).
  10. La* misión de educar es hoy en día una de las urgencias más evangélicas, más necesarias y más humanas al servicio de una sociedad mejor.

Juan Rueda

Fundación Loyola

*Del documento: «Samaritanos, maestros y testigos»