Son continuas las referencias de Nadal, Ledesma y Laínez, verdaderos artífices de la pedagogía ignaciana, “al modo de enseñar de la Universidad de París”, “a la usanza de París”,… en sus reflexiones y obras sobre el modo de educar en los Colegios de la Compañía. (MHSI, Mon Paed. I). El mismo San Ignacio y los primeros compañeros fueron estudiantes de la Universidad francesa. Ignacio perdió muchos esfuerzos y tiempo en una formación desordenada y con conflictos con la Inquisición en Alcalá y Salamanca, hasta recabar en la capital francesa. Presentaremos algunos de los rasgos de la propuesta educativa de la Universidad de París, una de las influencias más importante sen el pensamiento educativo de la Compañía y del mismo San Ignacio.
En el siglo XVI, maestros y estudiantes conformaban una sola comunidad. La estructura y gobierno de la institución, desde una reforma del Cardenal Estouteville (1452) recaía en manos del profesorado. Encontramos decenas de Colegios, algunos de ellos “de pleno ejercicio” ofrecían todo el ciclo de Artes, el primer nivel de estudios. Mientras el estudio de la Teología era reservado a las órdenes religiosas y a dos Colegios seculares (Navarra y Sorbona). Entre los escolares, encontramos los martinets o estudiantes externos o los portionistes (convictores) residentes en los propios Colegios a cambio de una cuota. La convivencia entre el profesorado y el alumnado, como los estudiantes entre sí, era uno de los factores de éxito de esta propuesta. Así como la concentración de la oferta en los Colegios regulada por el Rector de la Universidad. En cada Colegio encontramos un responsable (principalis, primarius) junto a un encargado de los estudios y de la disciplina (magister studentum). A nivel inferior, encontramos responsables entre los mismos estudiantes. Este esquema se reproducirá en la primera institución escolar jesuita para alumnado externo en Mesina y se reproducirá en la Ratio. Aunque los cargos no serán electivos como en París, sino designados por el General de la Compañía o los Provinciales y se denominará al máximo responsable Rector.
Para el acceso de los estudiantes se requería un examen de ingreso. Se determinaba así su nivel y se le asignaba a una clase de acuerdo con su capacidad, independientemente de su edad. El mismo procedimiento se define en la Ratio. La distribución de las clases está bien definida, tres horas por la mañana y otras tres por la tarde, recogida en los Colegios de la Compañía; así como un plan de estudios definido y progresivo. En cuanto al ambiente, el orden es importante y la disciplina rígida, existiendo un elenco de castigos. Un sistema muy parecido al de la Ratio, ambos contienen también una propuesta de reconocimientos y de premios. La emulación también era un elemento importante, a través de enfrentamientos académicos o concertaciones e innumerables disputaciones. El alumnado se distribuía en clases. En los primeros años (Gramática), como solían ser numerosas, se dividían en grupos de diez estudiantes (decuriae). Uno de ellos, era el responsable. La promoción al siguiente nivel era contrastada a través de exámenes y ejercicios para definir la progresión personal.
En cuanto a la metodología, su característica principal residía en el ejercicio. Se realizaba una práctica constante con el alumno como protagonista. La lectio o lectura equivalía a una clase magistral tradicional. Pero, a continuación, se proponían una serie de actividades muy variadas. Como las quaestiones o preguntas realizadas por el profesor para la comprensión de un texto o las disputationes o debates analizando los puntos de vista contrario y definiendo cada una de las cuestiones relacionadas. Aunque no eran monopolio de París, la importancia otorgada a estas prácticas era novedoso.
Virtud y letras era el binomio fundamental para la formación impulsada por los Colegios parisinos. El Humanismo se difundía en sus aulas con el redescubrimiento de los clásicos. En la Ratio se recoge esta tradición en diálogo con la fe cristiana. La formación religiosa también era un rasgo característico y impregnaba el ambiente escolar: oraciones, celebración de los sacramentos, pláticas… intentaban acompañar el crecimiento espiritual de los estudiantes. También encontramos el cultivo de las artes, especialmente, del teatro, como en la Ratio.
El modus parisiensis resulta ser la base de la pedagogía y el método educativo inicial de la Compañía de Jesús reflejado en la Ratio, pero si analizamos la propuesta actual de educación ignaciana seguramente podremos identificar muchos rasgos todavía compartidos entre ambos modelos.
Bibliografía: Gabriel CODINA MIR, SJ: “El modus parisiensis”, en Gregorianum, vol 85, n. 1, pp. 43-64.
Òscar Fuentes sj
Fundació Jesuïtes Educació
Profesor de Historia de la educación de la Compañía en el Máster de Pedagogía Ignaciana