Semillas de amor y esperanza: campo de trabajo en El Puerto de Santa María

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Semillas de amor y esperanza: campo de trabajo en El Puerto de Santa María

Hay experiencias en las que uno llega tocado de alguna manera, bien sea física, espiritual o anímicamente, y en este caso, al Colegio SAFA San Luis, del Puerto de Santa María, llegaron 62 personas, 47 jóvenes y 15 monitores, con un poco de todo.

Por encima de todo, llegaron con muchas ganas de encontrarse (todos) con Dios, a través de la espiritualidad ignaciana, la gente con la que compartirían esos días en este colegio (que pronto se convertiría en su “casa”) y con las personas a las que iban a servir en los voluntariados.

Poner a Dios en el centro

Provenientes de diferentes lugares (Sevilla, Badajoz, Villafranca de los Barros, El Puerto de Sta. Mª), todos ellos de Colegios de la Compañía de Jesús, de la Fundación SAFA y la Fundación Loyola y todos ellos de 2º de Bachillerato. Con la EBAU casi recién terminada y sin saber todavía donde estudiarían el curso que viene; todos los jóvenes tenían una cosa común: querían hacer un parón en su rutina, en el desconcierto de no saber muy bien que estudiarán en los próximos años; y esta parada no la querían hacer de cualquier modo, pues sabían muy bien que querían tener a Dios en medio de su vida, poner a Dios en el centro y que lo que han hecho y lo que harán, sea desde Dios. Y esto, más o menos conscientemente, todos lo sabían.

Tras un discernimiento de lo que Dios les pedía hacer, el voluntariado que sentían que Dios les pedía para esos días; los días transcurrían en hacer el trabajo-voluntariado todas las mañanas, por grupos y con su monitor/es (personas no tan jóvenes y que de manera generosa han dedicado 15 días a estar, acompañar y amar a estos chicos y chicas) se marchaban al trabajo y volvían a la hora de comer.

Acompañamiento al estilo ignaciano

Las tardes las dedicaban a compartir qué tal la mañana y después, todas las tardes, un buen rato de formación ignaciana. Cada día dedicado a profundizar en una dimensión de la espiritualidad tan rica de San Ignacio y La Compañía de Jesús (Discernimiento, Principio y Fundamento, saber quién soy yo y qué me pide Dios, el bien y el mal, etc.). Y a lo largo de todos estos días, todos los jóvenes y monitores, recibieron “acompañamiento al estilo ignaciano”, para que todo lo vivido, sentido, sufrido… se pudiera poner ante Dios y que fuera Él quien marcara el ritmo y la pauta y, sobre todo, diera sentido a la experiencia.

Todo encuadrado en la oración: de la mañana, que les marcaba el ritmo y les ponía en marcha; la eucaristía diaria (celebrada con todo el amor, cariño y profundidad, como solo los jóvenes entregados a Dios saben hacer); y para terminar, todos los días, un rato de oración antes de acostarse, encuadrado en el “examen ignaciano”.

Voluntariado y trabajo, formación, oración, espiritualidad… casi 70 personas que durante 15 días han dejado todo para ponerse en manos de Dios y de la Virgen; para ser semillas de Amor y esperanza en nuestro mundo; amados, perdonados, queridos, sostenidos y enviados por Dios, en comunidad, a un mundo tan necesitado. Hay esperanza, porque hay Dios y Amor en nuestro mundo, gracias a este Dios padre bueno, que es Amor y Bondad.