Viernes Santo en el colegio

Escribo estas líneas en Miércoles Santo, a las puertas del día de Amor Fraterno, y a punto de cerrar un trimestre en el que han ocurrido muchas cosas… ¿Demasiadas? Es la sensación que me suele embargar el último día lectivo antes de las pausas de Navidad, Semana Santa o verano, y eso que me toca participar en una mínima parte de las historias de vida que ocurren en el colegio. Desde el 8 de enero hasta hoy han pasado 11 semanas, algo menos de 70 días lectivos, pero demasiadas cosas para transcribir en este breve post.

Por desgracia, algunas de las vivencias de este trimestre han tenido el signo del fracaso. No más de 3 en una comunidad de más de 4000, pero duelen como si fuesen miles. Violencia entre alumnos, violencia de padres hacia alumnas… Situaciones muy duras que toca conocer y acompañar. Viernes Santo en estado puro. Cada semana, cada mes, cada trimestre y cada curso en nuestros colegios ocurren estas cosas, muchas veces sin que los educadores nos enteremos.

Estoy convencido de que hay una profunda vivencia cristiana en la vocación de los educadores de Egibide, explícita o implícita: La esperanza de que en todas las situaciones nace una oportunidad de vida, por más fracasadas, duras y sin sentido que puedan parecer.

No debemos olvidar que el encuentro con uno mismo, con los demás y con Dios, de llegar a ello, nace en la mayor parte de las ocasiones del fracaso de proyectos de vida insolidarios o de, como se suele decir, “los golpes que nos da la vida”. Es en esas situaciones, si tenemos la humildad de reconocernos necesitados de ayuda, cuando podemos descubrir a los demás -y a Dios- como lugar de salvación, como proyecto de vida plena.

Esto y no otra cosa, es lo que hacemos en un colegio. Eso, y no otra cosa, es lo que el Hijo y el Padre experimentaron una semana de hace 2018 años, que ha dado en llamarse desde entonces Semana Santa.

José Ignacio Eguizábal
Egibide
Vitoria-Gasteiz