Nuestros docentes del presente: fin al curso de dimensiones educativas ignacianas
5 diciembre, 2023Contexto, experiencia, discernimiento para cambiar el mundo: finaliza el curso ‘Dimensiones de la Misión Educativa Ignaciana’
5 diciembre, 2023El grupo XXX del curso de ‘Dimensiones de la Misión Educativa Ignaciana’ ha finalizado su formación en octubre de 2023.
La palabra comunión tiene un origen remoto y, hasta cierto punto, difuso. Algunas teorías la vinculan al término griego koinónia que, a su vez, hunde todavía más sus raíces hasta el prefijo kom, cuyo significado es junto a o cerca de; bajo el tamiz del latín, el término communio empezó a adquirir un matiz todavía más profundo, personal y sentimental, y a acercarse a significados como relación o participación. La etimología popular, incluso, ha aportado una tercera teoría, falsa y, a la vez, muy certera, que considera que comunión no es más que la fusión de los términos común y unión. O unión en lo común, es decir, juntos en aquello que nos pertenece a todos y todas.
Hoy en día, la palabra comunión significa “participación en lo común” y, más allá todavía, “trato familiar, comunicación de unas personas con otras”; además, el diccionario de la RAE matiza que, en el cristianismo, le damos el significado extraordinario del sacramento de la Eucaristía, así como al acto mismo de recibir a los fieles en persona.
Cuidar lo común
No se nos ocurre una palabra mejor que comunión para definir lo que ha supuesto el XXX curso de Dimensiones Educativas Ignacianas —conocido popularmente como el “curso largo” de Salamanca— para los 23 docentes que hemos tenido la suerte de participar. Cuatro semanas en tierras castellanas que han supuesto estar junto a y cerca de personas con las que compartimos vocación y una forma de mirar al mundo que nos rodea; gente pequeña que hemos establecido una relación profunda, casi familiar, a la hora de participar en la formación que nos proponía la Compañía de Jesús; docentes que hemos trabajado y reflexionado sobre el poder y la necesidad de cuidar “lo común” y, sobre todo, compañeras y compañeros que hemos hecho de la unión una forma de ser y estar en el curso. Comunión, por tanto, y también, habida cuenta de la diversidad —otra de las grandes fortalezas del grupo—, comunhão, jaunartzea y comunió.
El curso de Salamanca empezó ya en noviembre de 2022, pero ha sido ahora, del 16 al 27 de octubre de 2023, cuando ha tenido su culminación con dos semanas de trabajo intenso y también —¿por qué no decirlo?— de momentos compartidos por las calles de la capital charra. Once días en los que la vocación docente ha sido puesta a prueba con honestidad, audacia, gratuidad y humildad para intentar discernir sobre cuestiones y retos fundamentales, como la transmisión de la fe en los centros jesuitas, la misión compartida entre religiosos y laicos en la Compañía de Jesús o el cuidado de la Casa Común, nuestra manera personal de entender y atender la emergencia medioambiental y social que amenaza al mundo.
Juntos hemos encontrado algunas banderas que enarbolar en esta misión compartida: la necesidad de trabajar por la justicia en un mundo cada vez más polarizado y complejo, así como el cultivo de la interioridad y la espiritualidad —la fe, en definitiva, un término que tanto cuesta de pronunciar hoy en día—, respuesta clave a ese “no sé qué” que, en ocasiones, parece que nos falta por dentro, ahogados en la velocidad de la vida líquida.
Seguir el camino iniciado por San Ignacio
Banderas que se mantienen en pie gracias a algunos de los mapas que se nos han regalado en el “curso largo” de Salamanca, como la experiencia vital de San Ignacio de Loyola, con los momentos esenciales en el Cardoner o La Storta, con aquella Jerusalén que jamás llegó —al menos, tal y como lo había soñado un Íñigo todavía convaleciente—, pero que condujo a otros caminos que nos han situado donde hoy nos encontramos. El recorrido vital de San Ignacio y los primeros “amigos del Señor” abrieron la puerta a recorrer la espiritualidad ignaciana, donde términos como “discernimiento”, “reflexión”, “esperanza”, “indiferencia” o “agradecimiento”, la toma de conciencia cotidiana de lo que voy recibiendo, han arrojado mucha luz a la cuestión que todo docente se pregunta cuando acude a una formación de este calibre: “¿Qué hago aquí?”.
Lo que hemos hecho en Salamanca ha sido empaparnos de los textos fundamentales de la educación jesuita, siempre buscando más; de la cura personalis, clave del acompañamiento al otro —alumnado, compañeros, familias…— sin la que nada de lo que hacemos tendría sentido; de reconocer nuestros límites como educadores, para superar con humildad las dudas, la tensión y la incertidumbre de la burocracia y el día a día; de la Ciudadanía Global, uno de los horizontes a los que aspirar en nuestras escuelas, con el cuidado de la Casa Común como gran reto, tal y como nos advierten la Laudato si del papa Francisco y las preferencias apostólicas de la Compañía.
Y, todo ello, en el marco de una misión compartida en la que los participantes del curso hemos sido invitados a sumergirnos. La mano tendida de la Compañía de Jesús a los laicos y laicas —colaboradores y colaboradoras, ya desde los tiempos de San Ignacio— es una invitación que acogemos con una mezcla de vértigo e ilusión para trabajar por un mundo donde la fe y la justicia deben ir de la mano, indisolubles e inseparables, como un solo cuerpo compacto.
Pasión y acción de educar
Esta misión, “atrayente y utópica”, tiene como uno de sus ejes la red global de centros educativos jesuitas tenemos la suerte de poder dedicarnos a la pasión de educar. Una vocación que consiste en sembrar casi a ciegas, a fondo perdido, sin saber si fructificará, o cuándo o cómo será visible ese fruto… Pero una vocación que también supone una llamada que atendemos, renovados y felices, con el corazón a la escucha, y ahora con algo más de intuición sobre qué hacemos aquí.
Sólo nos queda responder a una pregunta; quizá la más difícil de todas: “¿Y ahora qué?”. Ahora, la acción. Cada uno desde su realidad local, pero con una visión global y el bien común en el horizonte. De lo más pequeño a lo grande. De lo posible a lo utópico. Haciendo camino juntos. En comunión. Nos ponemos, pues, en marcha.